A veces pensamos erróneamente que si somos espirituales no nos podemos enfadar, no podemos dejar que lo externo nos afecte, no podemos demostrar que estamos disgustados o tristes ni tampoco que tenemos miedo o sentimos incertidumbre o inseguridad. También creemos que tenemos que ser positivos y ecuánimes y que tenemos que demostrar que vibramos en una alta vibración y que nuestra confianza en la vida es inquebrantable.

Esto no es así tenemos que bajar a los abismos, encontrarnos con esa parte que no nos gusta ver de nosotros mismos con nuestra sombra con nuestros demonios con lo que vemos en los demás y no nos agrada por qué refleja esa parte que debemos mejorar. Nos debemos encontrar con todos esos dolores y zozobras que aún tenemos por conocer y trabajar.

Y dejar salir toda esa irá acumulada a veces golpeando un cojín o haciendo rayajos en un cuaderno o pegando puñetazos en un sillón el caso es que toda esa rabia salga y no nos haga daño ni se vuelva contra nosotros en forma de somatizaciones y enfermedades.

Deberemos ver nuestra parte más vulnerable y abrazar nuestro cansancio, apatía, pereza, falta de energía y de ganas de hacer nada, nuestra desgana, frustración, impotencia culpa. Desde aquí dejándonos estar como estemos y ser como seamos será desde dónde podremos ser espirituales, siempre desde nuestra autenticidad y nuestra verdad. Sólo abrazando la sombra podremos hacer que brille nuestra luz